¿Quién pudiera, Mª Eugenia, felicitar eternamente a un padre, a una madre, nuestros bastiones!
Pero aunque la implacable ley de vida se impone y son los padres quienes primero se nos vayan, siempre queda ahí la ofrenda amorosa de los hijos, como tú acabas de hacer, tejiendo un poema tan hermoso como sincero. Me ha emocionado.
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¿Quién pudiera, Mª Eugenia, felicitar eternamente a un padre, a una madre, nuestros bastiones!
Pero aunque la implacable ley de vida se impone y son los padres quienes primero se nos vayan, siempre queda ahí la ofrenda amorosa de los hijos, como tú acabas de hacer, tejiendo un poema tan hermoso como sincero.
Me ha emocionado.
Un abrazo
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